lunes, 20 de febrero de 2017

Descubriendo la inocencia.

Por inocencia, las personas podemos entender diferentes definiciones: unos dirán que ser inocente es estar libre de culpa, otros que la inocencia es simplemente la carencia del mal. Pero, ¿Qué es realmente la inocencia en nuestras vidas?

A lo largo de mi vida, y tras el nacimiento de mi hermana menor, he ido descubriendo el verdadero significado de la inocencia, la cual inconscientemente he estado perdiendo con el paso de los años. Una de las razones fue el hecho de darme cuenta que ciertas cosas en las que mi hermana creía, ya no eran tan creíbles para mí, y eso me llevó a ser cómplice de mis padres para intentar que ella siguiese creyendo en esas cosas simples que, muy recientemente, me hacían tan feliz.

He de decir que mi hermana ha sido un gran aporte para mi descubrimiento de la vida real, pues conforme iba pasando el tiempo y una versión más pequeña de mí iba creciendo, veía en mi hermana un comportamiento que ya era demasiado infantil, y para no ser como ella, quería madurar inmediatamente y saber más del mundo que me rodeaba.

Un hecho que marcó un antes y un después en mi forma de pensar fue la muerte de mi abuelo, cuando yo tenía siete años. Mis padres, suponiendo que ya era mayor para saber de ello, me lo contaron con total naturalidad. Sin embargo, a mi hermana le contaron una versión diferente del hecho, una más suave. Al oírla, me di cuenta de que me gustaría haber oído la versión para mi hermana en vez de la realidad, y que por mucho que quisiera creer en esa versión, mi mente me recordaba lo que verdaderamente había pasado. Mi inocencia se desprendía de mí y no podía hacer nada para evitarlo.

Cuando hablamos de perder la inocencia, la mayoría de personas piensa en el día que descubrió el secreto de los Reyes Magos, o el momento en el que vio realmente al Ratoncito Pérez, pero debemos saber que antes de todo eso, las personas pasamos por un proceso de maduración por el que experimentamos diferentes situaciones en la vida que nos hacen dejar atrás esa inocencia infantil.

Pero, ¿Quién no ha pensado alguna vez que las cigüeñas eran las encargadas de traer a nuestros hermanos o hermanas? ¿Quién no se ha pasado las tardes jugando a encontrar un tesoro escondido? ¿A quien no le ha dado miedo el monstruo que se escondía debajo de la cama?

 ¿A quien no le gustaría seguir siendo tan inocente como cuando pensábamos en esas cosas? 

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